En las concurridas calles de las ciudades, esta es una forma común de publicidad. En las esquinas, y los semáfaros ocupados nos abordan para entregarnos (muchas veces sin importar la resistencia aplicada) decenas de anuncios impresos con ofertar de todo tipo: desde un departamento hasta almuerzos con postre a precios populares. No hay discriminación de receptores, todos recibimos los mismos volantes.

La práctica de la distribución de volantes puede ser comparada con el envío masivo de correos electrónicos a destinatarios desconocidos y que no tienen conocimiento previo de los contenidos de dichos correos. En otras palabras, el spam. En el caso del volante, no hay segmentación, todos los que pasan reciben uno.

Si hacemos envíos a aquellos que no nos conocen o que nunca han tenido  interacción con nuestra empresa, corremos ese riesgo. Podemos estar haciendo publicidad de almuerzos a precios populares para todos los interesados ​​en departamentos, o viceversa. Lo que es peor, lo más probable es que va a terminar con la misma suerte que la mayoría de los folletos del mundo: en la papelera.